Sexualmente hablando, los humanos somos bastante extravagantes. Una de las peculiaridades que tenemos como especie es el sexo desligado del fin reproductivo: lo practicamos por mera diversión (bonobos y delfines están sumados a ese selecto club). Es curioso que la gente muy religiosa piense que es una denigración tener sexo recreativo, pero es justamente eso un rasgo que nos separa de casi todos los animales y nos diferencia como humanos.
Sin embargo, hay que ser justos en algo: no creo que los perros se quejen por tener sexo. Los leones tampoco (quizás las leonas, ya que los sementales machos no son de mucha duración). En realidad es muy probable que todos los animales, llegado el momento, disfruten de un placentero sexo, lo cual es muy lógico: en esencia, todos nos comportamos como un perrito de Pavlov: si algo es bueno para nosotros, tenemos una recompensa positiva que refuerza la conducta. Y tener sexo es bueno, ayuda a reproducirse, por lo que nuestro refuerzo positivo es sentirlo placentero para repetirlo. Considerando lo positivo que es y lo placentero que resulta, surgen 2 preguntas: ¿por qué somos nosotros los extravagantes que lo practicamos en cada momento que queramos y los demás animales no? Y considerando que somos una excepción en eso del sexo recreativo… ¿Por qué seguimos ese camino evolutivo?
La primera pregunta se responde relativamente fácil: la mezquindad sexual tiene valor adaptativo porque el sexo es costoso energéticamente, implica una gran inversión de tiempo y uno se arriesga a lesiones o muertes. Consideremos sólo algunos casos:
- La producción de esperma en los machos es costosa (los espermatozoides serán baratos, pero van acompañados de muchas otras proteínas). Se sabe de unos gusanos que al reducir la producción de esperma (por la mutación de un único gen), viven mucho más que los gusanos normales.
- El sexo requiere tiempo, que se puede aprovechar en cualquier otra cosa, como conseguir alimento.
- El acto sexual hace particularmente vulnerables a los animales a la depredación (piensen los lectores cuando hayan tenido relaciones, que tal les funcionan los demás sentidos para percibir cosas alrededor).
- Individuos de edad avanzada pueden tener problemas para aguantar el ritmo sexual de su pareja. Al respecto, supongo que bastará de ejemplo comentar que Napoleón III y Nelson Rockefeller murieron teniendo sexo debido a un paro cardiaco.
- La competencia entre machos por las hembras puede generar lesiones graves, a veces incluso a las hembras
- Ser descubierto en una relación extra marital es peligroso para muchas especies, incluyéndonos.
La segunda pregunta, el por qué somos como somos es el objetivo de esta entrada. Hemos evolucionado para disfrutar del sexo todo el año y las mujeres están receptivas todo el tiempo porque no tenemos garantías de saber cuando la mujer está lista para estar embarazada: tiene una ovulación oculta, tanto para ella como para los machos que la observan. La norma en los animales es que se desarrollen distintas técnicas que digan “este es el momento”: plumaje, ornamentos, olores, feromonas, etc. El caso de los babuinos es llamativo: cuando la hembra ovula, la piel de la vagina se le coloca de un color rojo intenso, fácilmente distinguible a distancia. Además, libera un olor particular que detectan los machos. Y por si todavía queda un macho despistado, es la propia hembra la que s exhibe delante de ellos.
Es cierto que algunas mujeres humanas presentan pequeños síntomas: dolores de cabeza u otras señales similares pueden ser indicativo de la proximidad del periodo de ovulación, pero eso se sabe sólo gracias a los científicos y éstos lo supieron recién en la década del 30’. También es cierto que pueden ser aprender a detectar la ovulación tomándose la temperatura o analizando fluidos. Pero comparar eso con las señales visibles de los babuinos u otros animales, nos deja bastante mal parados en nuestra capacidad de reconocimiento. Si ya para las mujeres es difícil y deben aprenderlo, para los hombres es prácticamente imposible determinar el periodo de ovulación.
La explicación global de cómo pudo aparecer este rasgo peculiar en los humanos tiene que ver con la indefensión de las crías humanas. La carga que debe soportar las madres solteras es muy grande como para estar solas con el cuidado de las crías (aunque hoy en día son muchas las madres que lo hacen muy bien en nuestra sociedad, pero las sociedades modernas son inventos recientes, acá hablamos de sobrevivir en la naturaleza lejos de las grandes urbes), por lo que requieren la asistencia del padre para que puedan sobrevivir de manera más o menos óptima. Pongámonos en el caso de las “mujeres de las cavernas” con un hijo: ellas saben que los machos podrían fácilmente irse a fecundar a otras hembras, por lo que necesita algún método para asegurar su presencia y su ayuda, de lo contrario, se arriesga a que su hijo pase hambre y termine muriendo. ¿Qué podría hacer la pobre mujer de las cavernas? ¿Con qué puede enganchar al hombre para que se quede y coopere? Pues la evolución, en su magnífica creatividad, desarrolló la recepción sexual constante, aún sin la ovulación. No es por ser machista, pero el mantener satisfecho al hombre haciendo que este copule cuando quiera realmente ayuda a retenerlo (desde una perspectiva biológica-evolutiva, no estoy describiendo mi situación personal).
Queda un último detalle: si el sexo recreativo surge como adhesión de la pareja, por qué nuestros primos chimpancés-bonobos, que a veces practican más veces al día el sexo que nosotros, no forman parejas estables; mientras que los gibones, monógamos y fieles, pueden pasarse años sin el sexo. La diferencia en estas conductas está en la relación con los vecinos: los gibones monógamos son lo suficientemente territoriales como para que en su espacio no hayan otros gibones (cada uno ocupa su territorio con su pareja). La opción de sexo extramarital se daría con muy poca frecuencia, pero en el caso de los humanos no es así: las parejas humanas tienden a vivir en grandes grupos con otras parejas humanas, por lo que la frecuencia de toparse con miembros receptivos para el sexo extramarital es grande, lo cual no contribuye a mantener a un padre estable en la casa. Por cierto que esta puede ser la justificación de la costumbre musulmana de cubrir a las mujeres: evitar la tentación extramarital. No digo que esté bien (ni mal, con esto del relativismo cultural uno ya no sabe qué criticar sin ser amenazado o acusado de racista intolerante), pero sí tiene al menos una retorcida y descontextualizada justificación biológica, como muchas costumbres de distintas religiones.
Hay un tema interesante que todavía no e tocado: el como puede la ovulación oculta asegurar la presencia y ayuda del macho. Como siempre, será temática para otra entrada ;)