28 feb 2012

Homo bipedus

En esta entrada hablaba del mono desnudo y dejé en suspenso hablar de otras características que nos distinguían como humanos: el bipedalismo y el tamaño del cerebro. Llegó el momento de hablar de nuestra forma de caminar.

Para que este tema tenga un espacio acá, hay que preguntarse: ¿Tiene que ver la selección sexual en nuestra forma de caminar? Una traba importante es que casi cualquier explicación vía selección sexual debería evidenciarse que un rasgo es más destacado en un sexo que en el otro. Pero hasta lo que se sabe, no es que machos “sean más bípedos que las hembras” ni viceversa.

Empezando a descartar teorías, ¿hubo una presión de selección natural que impulsara la caminata? Si la hubo, no fue para mejorar nuestra capacidad para caminar o resistencia (son muchos los cuadrúpedos que nos superan en velocidad o resistencia, aunque no somos particularmente lentos). Tampoco hay diferencias significativas en el gasto energético de una caminata u otra. Hay que considerar que chimpancés y otros grandes simios con un poco de entrenamiento aprenden a caminar bien a 2 patas. Eso demuestra que el cambio no es particularmente difícil si es que se tiene un incentivo adecuado.

Las ventajas del bipedismo hay que buscarlas fuera de la locomoción. Una teoría muy difundida es la de dejar las manos libres: permite transportar la comida hacia un lugar más seguro para comérsela (como los leopardos que se llevan la comida a los árboles) o para “almacenarla”. Steven Pinker en alguna ocasión dijo que antes de la invención del refrigerador, la mejor despensa de carne era la barriga de un compañero: aunque ya no esté disponible la comida, el beneficiario de la generosidad del donante mantendría una disposición benévola hacia éste y con altas probabilidades de devolver el favor. Por atractivo que sea la hipótesis de las manos libres, es sólo algo especulativo. No es raro encontrar ideas menos ortodoxas: se ha dicho que está la ventaja de la altura (mantener la cabeza sobre la hierba e incluso sobre el agua, apoyando la teoría del mono acuático).

En ese contexto, entra perfecto la selección sexual: se ha propuesto que nuestros antepasados se habrían erguido sobre las patas traseras para hacer ostentación del pene (los que lo tienen, que por cierto también explicaría un poco las ganas de presumir de algunos) y las hembras por el motivo opuesto: esconder los genitales. Pero hay variantes. En palabras más o menos citadas de Richard Dawkins en “El cuento del antepasado” respecto a su propia teoría: “La selección sexual, y su capacidad de impulsar la evolución en direcciones arbitrarias sin sentido utilitario, es el primer ingrediente de mi teoría de la evolución del bipedalismo. El segundo es la tendencia a imitar (…). El tercer ingrediente es la costumbre generalizada entre los simios de erguirse temporalmente sobre las patas traseras (como en momentos de agresividad o interés sexual) (…). Juntando los 3 ingredientes, mi hipótesis del bipedalismo parte de la base que, al igual que los demás simios, nuestros antepasados, cuando no estaban subidos a los árboles, andaban a cuatro patas, pero de vez en cuando, tal como hacen los simios modernos, se alzaban sobre las patas traseras para arrancar frutos de las ramas más bajas, pasar de una posición en cuclillas a otra, vadear ríos, exhibir el pene o cualquier otro motivo. Entonces, y ésta es la idea crucial de mi cosecha, ocurrió algo insólito en la especie de simios de la que descendemos: surgió la moda de andar sobre 2 patas, y lo hizo tan súbita y caprichosamente como surgen todas las modas (…) Tal como yo lo veo, un simio admirado o dominante se tornó sexualmente atractivo y adquirió categoría social gracias a su insólita habilidad para mantener la postura bípeda. Otros empezaron a imitar esta práctica tan efectista. Las hembras preferían emparejarse con los machos que adoptaran esa postura porque despertaba admiración en el grupo. Los machos que más maña se diesen para la nueva forma de andar más probabilidades tendrían de atraer hembras y tener hijos. Pero esto sólo sería relevante en sentido evolutivo si las diferencias en cuanto a habilidad para ejecutar el “nuevo paso” tuviese un componente genético”. Lo demás, basta ajustarlo a las teorías de selección sexual, muy probablemente un Runaway Fisheriano.

Hasta ahora, todo es especulativo. Es posible que todas las teorías presentadas no sean incompatibles entre sí. Pero lo que es más o menos sabido es que el bipedalismo surgió primero que el desarrollo del cerebro (en un principio se pensaba que era al revés) y que al parecer el cambio, más que desarrollar 2 versátiles manos, fue conseguir 2 rígidos pies.

Sea como sea, no puedo ocultar mi satisfacción de pensar que quizás la selección sexual tuvo algo que ver acá también

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