23 abr 2012

Orgasmo femenino

Lamento haber tenido el blog algo abandonado, los temas académicos me quitan harto tiempo. Aún así, no podía dejar pasar una gran noticia: uno de los misterios evolutivos ligados a la sexualidad humana más añejos ya no lo es tanto... Me refiero a la evolución del orgasmo femenino.

Desde la perspectiva masculina, el orgasmo no tiene mucho misterio: es imprescindible para que el macho eyacule y pueda dejar descendencia. Si no hay orgasmo, no hay hijos. Explicar el orgasmo femenino desde una perspectiva evolutiva es más complicado, ya que durante mucho tiempo no pareció tener una razón clara. Se especuló con varias teorías: se decía que desencadenaba efectos fisiológicos y bioquímicos que aumentaba fortalecía el lazo con su pareja (sin embargo, fisiológicamente, el orgasmo masculino es muy similar y eso no impide que sean más promiscuos). Jay Gould postuló que no tenía ninguna función: era un mero accidente evolutivo consecuencia del clírtoris (que es un pene atrofiado).

Ha surgido otra explicación: se publicó en Psychologytoday un estudio llevado a cabo por los biólogos británicos Robin Baker y Mark Bellis en el cual se argumenta que el orgasmo es un mecanismo que tiene la fémina para asegurar que el mejor semental sea el que la fertilice. Los biólogos registraron el tiempo de orgasmo en más de trescientas relaciones sexuales, y tomando la eyaculación masculina del flujo vaginal, descubrieron que cuando una mujer llega al orgasmo un minuto antes o hasta 45 minutos después de que su pareja eyacule, retiene mayor cantidad de esperma que si no tiene un orgasmo. Cuando su orgasmo precede más de un minuto al de su pareja retiene poco esperma.

Encuentro que es una muy interesante adaptación evolutiva que podría arrojar luz sobre cierta promiscuidad femenina. Hay suficientes pruebas que apoyan el esquema de hombres con 2 o 3 mujeres en el pasado formando pequeños harenes, pero esta estrategia me invita a pensar que en algún pasado más remoto (o quizás al mismo tiempo, mediante intercambios de pareja) la promiscuidad femenina era mucho más relevante.

Un último detalle del estudio: se observó una correlación entre fingir un orgasmo y coquetear con otros hombres, lo que podría indicar que fingir orgasmos es la forma más fácil que tiene una mujer con varios amantes de evitar la sospecha de su pareja, dándole seguridad a través de su “orgasmo”. Aún así, hay que saber hacer bien las cosas, porque sino por muy buena actriz que sea, ni siquiera nos mereceremos el esfuerzo de que le mientan a uno... Un ejemplo de lo que no hay que hacer:



5 abr 2012

¿Feos?

Hasta ahora, más allá de algún tecnicismo, la selección sexual la hemos visto como algo bastante simple: ya sea por el método del hándicap, el runaway u otros, tenemos dimorfismo sexual, rasgos deseables elegidos por hembras o armas para ganar harenes por parte de machos. Los propios humanos hemos pasado por ese proceso (tema tocado acá y acá, aunque todavía debo una entrada al respecto).

Creo que llegó el momento de complicar un poco el asunto: Si todo lo dicho es cierto, ¿por qué existe gente fea? Omitamos el comentario políticamente correcto de que la belleza interior cuenta y que la belleza es subjetiva (cosa que no es del todo cierto: hay ciertos estándares deseables, y no sólo en la cultura occidental). Estadísticamente, la gente más atractiva (por cierto, la belleza física muchas veces va ligada a calidad de genes y salud) debería tener más facilidad para encontrar pareja (presumiblemente atractiva) y dejar hijos en teoría atractivos, de modo que a la larga todos deberíamos ser “guap@s”. Y sin embargo, seamos sinceros: eso no ocurre.


Al rescate viene uno de los juguetes favoritos de los genetistas: la querida Drosophila Melanogaster. En este estudio lo que hicieron fue seleccionar de una amplia muestra a los genotipos que presentan mayor y menor aptitud para el sexo, tanto en machos como hembras (como las de la foto, que están coqueteando) y los cruzaron en todas las combinaciones posibles. ¿Resultado? Las hembras más sexy’s tenían hijas muy aptas, pero hijos regulares, mientras que los mejores padres tenían hijas normalitas, pero el genotipo paterno no afectó mayormente a los machos (la mayoría de los caracteres que apuntan al fitness sexual se encuentran en el cromosoma X materno en Drosophila). Lo más llamativo de todo: según los autores el acoplamiento entre los machos más atractivos y las hembras más atractivas produjo la descendencia de menor calidad.

Debemos partir de una base: lo que hace atractivo a un macho no es lo mismo que hace atractivo a una hembra. Una hembra podría mostrar mayor “atractivo” siendo excelente buscando comida, mientras que un macho lo podría hacer mostrándose como todo un semental. Los genes que son buenos en un género, no tienen por qué serlos en el otro. Y eso es algo válido para todos, incluidos los humanos.

Es importante remarcar que no se puede universalizar la idea de “la fealdad se hereda vía materna”. Ese análisis superficial, burdo y exagerado (pero de un enganche espectacular para la mala divulgación científica) es impreciso por otro motivo importante: al parecer en mariposas y las aves, el proceso es justo al revés. Éstos animales tienen cromosomas sexuales ZZ para machos y ZW para hembras, es decir, el macho es el que presenta cromosomas sexuales iguales. Curiosamente cuando en esos animales se da un gran dimorfismo sexual, suelen ser los machos homocigotos los más atractivos-llamativos y las hembras las menos bonitas. Muy probablemente hay una inversión de roles y la fealdad en este caso se heredaría vía paterna.

Una última advertencia: que las aves y las mariposas nos parezcan bellas a los humanos, no significa que sean objetivamente bellas. Un "araño" encontrará bellísima a su araña. El estudio es interesante, pero se requiere mucha investigación en genética para llegar a conclusiones definitivas. Pero al menos sirve como una aproximación al por qué los feos somos tantos…

21 mar 2012

Sexo, alcohol... Y moscas

¿Cuánta gente con problemas o frustraciones se sumergen en el sórdido, oscuro, temporalmente placentero y destructivo mundo del alcohol? Probablemente muchos. Pero al aprecer no son los únicos.

Una reciente investigación publicada en Science determinó que las moscas macho que han sido rechazadas sexualmente tienden a beber mucho alcohol. ¿La explicación?  Al parecer el alcohol estimularía el cerebro de las moscas como una “recompensa” de una manera similar a la conquista sexual. Es decir, se autoengañan para creerse moscas exitosas.

Ni siquiera para evadir los fracasos con alcohol somos únicos en la naturaleza... Aunque objetivamente este tipo de información se podría usar en futuras políticas públicas. Y aunque no lo promociono, el comercio sexual podría verse con otros ojos si aseguramos con eso la disminución del alcoholismo... Más fácil comprar un condón que estar pagando por rehabilitación, no creen?

En este link podrán ver más información al respecto

17 mar 2012

Extravagancias humanas: sexo recreativo

Sexualmente hablando, los humanos somos bastante extravagantes. Una de las peculiaridades que tenemos como especie es el sexo desligado del fin reproductivo: lo practicamos por mera diversión (bonobos y delfines están sumados a ese selecto club). Es curioso que la gente muy religiosa piense que es una denigración tener sexo recreativo, pero es justamente eso un rasgo que nos separa de casi todos los animales y nos diferencia como humanos.

Sin embargo, hay que ser justos en algo: no creo que los perros se quejen por tener sexo. Los leones tampoco (quizás las leonas, ya que los sementales machos no son de mucha duración). En realidad es muy probable que todos los animales, llegado el momento, disfruten de un placentero sexo, lo cual es muy lógico: en esencia, todos nos comportamos como un perrito de Pavlov: si algo es bueno para nosotros, tenemos una recompensa positiva que refuerza la conducta. Y tener sexo es bueno, ayuda a reproducirse, por lo que nuestro refuerzo positivo es sentirlo placentero para repetirlo. Considerando lo positivo que es y lo placentero que resulta, surgen 2 preguntas: ¿por qué somos nosotros los extravagantes que lo practicamos en cada momento que queramos y los demás animales no? Y considerando que somos una excepción en eso del sexo recreativo… ¿Por qué seguimos ese camino evolutivo?

La primera pregunta se responde relativamente fácil: la mezquindad sexual tiene valor adaptativo porque el sexo es costoso energéticamente, implica una gran inversión de tiempo y uno se arriesga a lesiones o muertes. Consideremos sólo algunos casos:

- La producción de esperma en los machos es costosa (los espermatozoides serán baratos, pero van acompañados de muchas otras proteínas). Se sabe de unos gusanos que al reducir la producción de esperma (por la mutación de un único gen), viven mucho más que los gusanos normales.


- El sexo requiere tiempo, que se puede aprovechar en cualquier otra cosa, como conseguir alimento.
- El acto sexual hace particularmente vulnerables a los animales a la depredación (piensen los lectores cuando hayan tenido relaciones, que tal les funcionan los demás sentidos para percibir cosas alrededor).

- Individuos de edad avanzada pueden tener problemas para aguantar el ritmo sexual de su pareja. Al respecto, supongo que bastará de ejemplo comentar que Napoleón III y Nelson Rockefeller murieron teniendo sexo debido a un paro cardiaco.

- La competencia entre machos por las hembras puede generar lesiones graves, a veces incluso a las hembras
          
- Ser descubierto en una relación extra marital es peligroso para muchas especies, incluyéndonos.



La segunda pregunta, el por qué somos como somos  es el objetivo de esta entrada. Hemos evolucionado para disfrutar del sexo todo el año y las mujeres están receptivas todo el tiempo porque no tenemos garantías de saber cuando la mujer está lista para estar embarazada: tiene una ovulación oculta, tanto para ella como para los machos que la observan. La norma en los animales es que se desarrollen distintas técnicas que digan “este es el momento”: plumaje, ornamentos, olores, feromonas, etc. El caso de los babuinos es llamativo: cuando la hembra ovula, la piel de la vagina se le coloca de un color rojo intenso, fácilmente distinguible a distancia. Además, libera un olor particular que detectan los machos. Y por si todavía queda un macho despistado, es la propia hembra la que s exhibe delante de ellos.

Es cierto que algunas mujeres humanas presentan pequeños síntomas: dolores de cabeza u otras señales similares pueden ser indicativo de la proximidad del periodo de ovulación, pero eso se sabe sólo gracias a los científicos y éstos lo supieron recién en la década del 30’. También es cierto que pueden ser aprender a detectar la ovulación tomándose la temperatura o analizando fluidos. Pero comparar eso con las señales visibles de los babuinos u otros animales, nos deja bastante mal parados en nuestra capacidad de reconocimiento. Si ya para las mujeres es difícil y deben aprenderlo, para los hombres es prácticamente imposible determinar el periodo de ovulación.

La explicación global de cómo pudo aparecer este rasgo peculiar en los humanos tiene que ver con la indefensión de las crías humanas. La carga que debe soportar las madres solteras es muy grande como para estar solas con el cuidado de las crías (aunque hoy en día son muchas las madres que lo hacen muy bien en nuestra sociedad, pero las sociedades modernas son inventos recientes, acá hablamos de sobrevivir en la naturaleza lejos de las grandes urbes), por lo que requieren la asistencia del padre para que puedan sobrevivir de manera más o menos óptima. Pongámonos en el caso de las “mujeres de las cavernas” con un hijo: ellas saben que los machos podrían fácilmente irse a fecundar a otras hembras, por lo que necesita algún método para asegurar su presencia y su ayuda, de lo contrario, se arriesga a que su hijo pase hambre y termine muriendo. ¿Qué podría hacer la pobre mujer de las cavernas? ¿Con qué puede enganchar al hombre para que se quede y coopere? Pues la evolución, en su magnífica creatividad, desarrolló la recepción sexual constante, aún sin la ovulación. No es por ser machista, pero el mantener satisfecho al hombre haciendo que este copule cuando quiera realmente ayuda a retenerlo (desde una perspectiva biológica-evolutiva, no estoy describiendo mi situación personal).

Queda un último detalle: si el sexo recreativo surge como adhesión de la pareja, por qué nuestros primos chimpancés-bonobos, que a veces practican más veces al día el sexo que nosotros, no forman parejas estables; mientras que los gibones, monógamos y fieles, pueden pasarse años sin el sexo. La diferencia en estas conductas está en la relación con los vecinos: los gibones monógamos son lo suficientemente territoriales como para que en su espacio no hayan otros gibones (cada uno ocupa su territorio con su pareja). La opción de sexo extramarital se daría con muy poca frecuencia, pero en el caso de los humanos no es así: las parejas humanas tienden a vivir en grandes grupos con otras parejas humanas, por lo que la frecuencia de toparse con miembros receptivos para el sexo extramarital es grande, lo cual no contribuye a mantener a un padre estable en la casa. Por cierto que esta puede ser la justificación de la costumbre musulmana de cubrir a las mujeres: evitar la tentación extramarital. No digo que esté bien (ni mal, con esto del relativismo cultural uno ya no sabe qué criticar sin ser amenazado o acusado de racista intolerante), pero sí tiene al menos una retorcida y descontextualizada justificación biológica, como muchas costumbres de distintas religiones.

Hay un tema interesante que todavía no e tocado: el como puede la ovulación oculta asegurar la presencia y ayuda del macho. Como siempre, será temática para otra entrada ;)

2 mar 2012

Araña pavo real

Difícil que un mote esté mejor ganado que el de "pavo real" para esta araña (Maratus Volans) de tan sólo 5 milímetros. Y al igual que el pavo real, solamente el macho en estado adulto exhibe esos colores y comportamientos tan conspicuos, siendo las hembras y las crías de colores opacos. Esta araña tiene en el opistosoma (parte posterior)  unas "solapas" que puede levantar a voluntad.


El cortejo que tiene esta bella araña incluye una danza en la que el macho se aproxima a una hembra receptiva y se detiene brevemente para elevar y bajar bruscamente y de forma alternativa su tercer par de patas. Si la hembra todavía se muestra interesada, el macho se adelanta aún más elevando el tercer par de patas al mismo tiempo para luego golpear el suelo con ellas y repite los mismos movimientos varias veces. Cuando está a unos tres centímetros de la hembra, eleva su opistosoma y despliega las solapas creando una brillante aureola. El tercer par de patas lo mantiene en alto mientras agita vigorosamente su opistosoma, moviéndose de un lado a otro y acercándose poco a poco a la hembra.

La hembra que se muestra interesada pareciera quedar hipnotizada y cuando el macho la alcanza, permanece quieta y le deja que se aparee. El ritual puede durar hasta dos horas y cuando el macho termina su trabajo, se aleja de la hembra inmóvil, que tarda varios segundos en recuperarse y empezar a moverse.

El macho semental por supuesto, repite su cortejo con otras hembras cada vez que puede. Considerando la no muy agradable costumbre de las arañas hembras de comerse a los machos después del apareamiento, quizás toda esta estrategia partió por un macho que dijo "¡A mi no!".

Sin embargo, a veces las palabras están de más. Mucho mejor que la mera descripción es el video. Desde el seg. 45 empieza el espectáculo... Realmente es increíble. Si hasta  a mi me empezó a agradar esa araña por el esfuerzo exhibido.

1 mar 2012

¿Lactancia masculina?

Existen cerca de 5.500 especies de mamíferos en el mundo. Sólo en 1 se ha documentado lactancia masculina de manera espontánea y en forma constante (hay casos de humanos, pero son excepciones y muchas veces asociado a terapias hormonales): un murciélago frugívoro de Malasia e islas adyacentes (Dyacopterus spadiceus). En 1994 fueron capturados 11 machos adultos y se vio que tenían glándulas mamarias funcionales que producían leche al ser presionadas manualmente. Algunas de las glándulas mamarias de los machos estaban dilatadas por la leche, deduciéndose que no habrían sido succionadas, por lo que la leche se acumulaba. Sin embargo, otros podrían haber sido succionados porque tenían glándulas menos dilatadas (pero todavía funcionales), como en las hembras lactantes. De 3 muestras de murciélagos capturados en lugares y estaciones distintas, dos incluían machos productores de leche, hembras productoras de leche y hembras preñadas, pero los adultos de ambos sexos de la tercera muestra eran reproductivamente inactivos. Esto es un indicio de que la lactancia masculina se desarrolla a la par de la femenina como parte de su ciclo natural. Pensando racionalmente, la sorpresa no debe ser encontrar un macho que produzca leche, sino constatar el hecho de que ningún otro macho lo hace.

¿A qué se debe la no-lactancia masculina generalizada entre mamíferos? Si consideramos que machos y hembras en algunas aves producen leche del buche, ¿por qué en los mamíferos no se generaliza esa práctica? Hay que indicar que el potencial fisiológico para desarrollar leche en general lo tienen ambos sexos en los mamíferos placentarios: glándulas poco desarrolladas y no funcionales en machos (en grado variable: en ratas el tejido mamario nunca forma conductos o un pezón, permaneciendo invisible al exterior; en el extremo opuesto, los primates tienen glándulas que forman conductos y pezón en machos y hembras, muy poco diferenciado antes de la pubertad. Incluso en humanos se ha documentado clínicamente el desarrollo mamario y la producción de leche sin tratamiento hormonal (se ha visto en hombres que se recuperan de procesos de inanición).

Si el potencial fisiológico está, debe haber razones de mucho peso para que la selección natural no haya explorado mucho este camino. En cerca del 90% de las especies de mamíferos, el cuidado de las crías es sólo llevado a cabo por la hembra. Al no haber cuidado parental, no tiene sentido pensar en “lactancia masculina” en estos grupos, ni ningún otro interés en la cría. El 10% restante entra en estos análisis, e incluye especies como leones, lobos, y naturalmente humanos, entre otros. Veamos el problema desde el punto de vista de los machos: ¿realmente invierten mejor el tiempo amamantando crías que haciendo cualquier otra función? Al parecer, en el caso de los leones, no. El león macho, que tiene fama de holgazán (ok, más o menos bien ganada), tiene como rol proteger el territorio de animales muy peligrosos para sus crías, como las hienas y otros machos (el infanticidio entre leones es común). El león macho se requiere patrullando, no amamantando, función que la hembra más pequeña puede hacer sin problemas. El lobo alfa contribuye más a la manada en general y a su prole en particular cazando, por lo que nuevamente la lactancia no es el mejor camino, etc. Básicamente hablamos de una “especialización de roles” para una mayor eficiencia. El macho no dará leche, pero aporta su grano de arena de diversas formas alternativas.

Hasta el momento e dado puras excusas para la no-lactancia masculina, que podrían en teoría ser superadas relativamente fácil. Es posible que los murciélagos malayos no sean los únicos con machos productores de leche, pero hacer de esta idea algo generalizado toparía con algunos problemas técnicos: los compromisos evolutivos que adoptaron machos y hembras. Una fertilización interna y la mantención del embrión en el cuerpo (a diferencia de las aves de cuidado biparental y productoras de leche, donde es expulsado en forma de huevo) demanda un compromiso fisiológico mucho mayor de la hembra que lo que se le podría exigir al macho. Al parecer la lactancia es sólo ir un paso más allá en ese compromiso fisiológico: por buenos padres que puedan ser los machos mamíferos, el gasto mayor y las presiones evolutivas para ese gasto se los ha llevado siempre la hembra.

Aún así, como un juego mental, es relativamente fácil predecir que factores podrían generar desarrollo de lactancia masculina: una prole amplia (una gran carga de alimento), parejas monógamas, alta confianza del macho en la paternidad (eso de “solo la madre tiene certeza que es su hijo” tiene mucho peso en las estrategias evolutivas de los machos) y una preadaptación hormonal del macho (cosa relativamente fácil de conseguir: los machos en esencia son hembras modificadas). Curiosamente, esas condiciones se están haciendo relativamente comunes en los humanos: la fertilización in vitro hace de los partos múltiples algo cada vez más común, las pruebas genéticas le permiten asegurar al padre que su hijo realmente es suyo, las madres ya no están siempre disponibles por esto de la “igualdad en el mundo laboral”, etc. Todo eso hace de los machos humanos unos candidatos ideales para la futura lactancia masculina. Y con los avances tecnológicos, podría estar en nuestras manos acelerar el proceso evolutivo. Llámenme anticuado, pero aunque muy probablemente ayudaría a la relación padre-hij@, en lo particular no estoy claro que me guste la idea de “desarrollo mamario masculino” en nuestra especie.

28 feb 2012

Homo bipedus

En esta entrada hablaba del mono desnudo y dejé en suspenso hablar de otras características que nos distinguían como humanos: el bipedalismo y el tamaño del cerebro. Llegó el momento de hablar de nuestra forma de caminar.

Para que este tema tenga un espacio acá, hay que preguntarse: ¿Tiene que ver la selección sexual en nuestra forma de caminar? Una traba importante es que casi cualquier explicación vía selección sexual debería evidenciarse que un rasgo es más destacado en un sexo que en el otro. Pero hasta lo que se sabe, no es que machos “sean más bípedos que las hembras” ni viceversa.

Empezando a descartar teorías, ¿hubo una presión de selección natural que impulsara la caminata? Si la hubo, no fue para mejorar nuestra capacidad para caminar o resistencia (son muchos los cuadrúpedos que nos superan en velocidad o resistencia, aunque no somos particularmente lentos). Tampoco hay diferencias significativas en el gasto energético de una caminata u otra. Hay que considerar que chimpancés y otros grandes simios con un poco de entrenamiento aprenden a caminar bien a 2 patas. Eso demuestra que el cambio no es particularmente difícil si es que se tiene un incentivo adecuado.

Las ventajas del bipedismo hay que buscarlas fuera de la locomoción. Una teoría muy difundida es la de dejar las manos libres: permite transportar la comida hacia un lugar más seguro para comérsela (como los leopardos que se llevan la comida a los árboles) o para “almacenarla”. Steven Pinker en alguna ocasión dijo que antes de la invención del refrigerador, la mejor despensa de carne era la barriga de un compañero: aunque ya no esté disponible la comida, el beneficiario de la generosidad del donante mantendría una disposición benévola hacia éste y con altas probabilidades de devolver el favor. Por atractivo que sea la hipótesis de las manos libres, es sólo algo especulativo. No es raro encontrar ideas menos ortodoxas: se ha dicho que está la ventaja de la altura (mantener la cabeza sobre la hierba e incluso sobre el agua, apoyando la teoría del mono acuático).

En ese contexto, entra perfecto la selección sexual: se ha propuesto que nuestros antepasados se habrían erguido sobre las patas traseras para hacer ostentación del pene (los que lo tienen, que por cierto también explicaría un poco las ganas de presumir de algunos) y las hembras por el motivo opuesto: esconder los genitales. Pero hay variantes. En palabras más o menos citadas de Richard Dawkins en “El cuento del antepasado” respecto a su propia teoría: “La selección sexual, y su capacidad de impulsar la evolución en direcciones arbitrarias sin sentido utilitario, es el primer ingrediente de mi teoría de la evolución del bipedalismo. El segundo es la tendencia a imitar (…). El tercer ingrediente es la costumbre generalizada entre los simios de erguirse temporalmente sobre las patas traseras (como en momentos de agresividad o interés sexual) (…). Juntando los 3 ingredientes, mi hipótesis del bipedalismo parte de la base que, al igual que los demás simios, nuestros antepasados, cuando no estaban subidos a los árboles, andaban a cuatro patas, pero de vez en cuando, tal como hacen los simios modernos, se alzaban sobre las patas traseras para arrancar frutos de las ramas más bajas, pasar de una posición en cuclillas a otra, vadear ríos, exhibir el pene o cualquier otro motivo. Entonces, y ésta es la idea crucial de mi cosecha, ocurrió algo insólito en la especie de simios de la que descendemos: surgió la moda de andar sobre 2 patas, y lo hizo tan súbita y caprichosamente como surgen todas las modas (…) Tal como yo lo veo, un simio admirado o dominante se tornó sexualmente atractivo y adquirió categoría social gracias a su insólita habilidad para mantener la postura bípeda. Otros empezaron a imitar esta práctica tan efectista. Las hembras preferían emparejarse con los machos que adoptaran esa postura porque despertaba admiración en el grupo. Los machos que más maña se diesen para la nueva forma de andar más probabilidades tendrían de atraer hembras y tener hijos. Pero esto sólo sería relevante en sentido evolutivo si las diferencias en cuanto a habilidad para ejecutar el “nuevo paso” tuviese un componente genético”. Lo demás, basta ajustarlo a las teorías de selección sexual, muy probablemente un Runaway Fisheriano.

Hasta ahora, todo es especulativo. Es posible que todas las teorías presentadas no sean incompatibles entre sí. Pero lo que es más o menos sabido es que el bipedalismo surgió primero que el desarrollo del cerebro (en un principio se pensaba que era al revés) y que al parecer el cambio, más que desarrollar 2 versátiles manos, fue conseguir 2 rígidos pies.

Sea como sea, no puedo ocultar mi satisfacción de pensar que quizás la selección sexual tuvo algo que ver acá también